Testimonios personales

  • Marta Eugenia Rojas Porras (7 de noviembre de 2011):

Mi visita a Ciudad de los Niños con ocasión del III Festival Literario y Artístico CDN 2011 constituyó una experiencia llena de hermosas sorpresas. El encuentro con un grupo de profesores entusiastas y comprometidos como Andrés de Muller restituyó mi esperanza en lo que se puede hacer por la educación de nuestros jóvenes, a pesar de limitaciones, obstáculos  y vallas. Más que teorías didácticas, nuestras aulas requieren de un personal docente y administrativo  enamorado de su trabajo e identificado con la población que atiende.

No fui en busca de tesoros; no obstante, caminé por minas plantadas de piedras preciosas. Enamoraron mi alma los estudiantes alegres, sus canciones, su marimba y su entusiasta participación en el Concurso Literario. Esto disfruté en Ciudad de los niños, su mayor tesoro: adolescentes y jóvenes que aprenden a ser seres humanos plenos y bondadosos.
Imaginé este Proyecto Literario como un gran árbol plantado junto a aguas de corrientes claras, que da frutos abundantes y sus ramas no se secan. Una labor para la que deseo todas las bendiciones de prosperidad, crecimiento y amor. ¡Adelante!

 

  • Minor Arias Uva (abril de 2010):

He tenido el privilegio de participar en tres ocasiones en el Festival Literario y Artístico de la Ciudad de los Niños organizado por Andrés de Muller, he tenido el privilegio de llenarme de la fuerza que emana de esos muchachos.Siempre que me presento en espacios así lo hago gratis, pero no es gratis, yo me traigo tesoros invaluables, brillos de miradas, sonrisas, sobresaltos, patios y paisajes. Me traigo motivos densos para seguir escribiendo, para seguir donando mi vida a las letras.
Les he compartido cuentos como “Ginio el Genio”, un loco de pueblo que resultó ser el único costarricense en formar parte del Circo del Sol. Ellos han subido al escenario a bailar máscaras e interpretar personajes. Todo color, todo emoción, y el universo expandiéndose allí mismo, la humanidad completa evolucionando en estos jóvenes.
En cuanto al quehacer literario, ¿qué les he compartido? Lo normal: todos somos capaces de escribir, porque todos tenemos algo que decir. Anécdotas, historias, sentimientos.
La poesía es un sentimiento, algo íntimo que logramos plasmar en un papel. Eso es lo importante, la sensación de alegría, de tristeza, la nostalgia. La técnica es otra cosa. Uno puede rimar ese sentimiento. Pero lo esencial es que venga de los rincones iluminados del ser.
La poesía no solo se escribe sino que también se vive. “Vivir poéticamente” es vivir atento al hermoso milagro de la vida. Las garzas que contrastan el verde, la iglesia que por fuera me recuerda un robot de la infancia y por dentro se convierte en un vientre cálido y firme. “Vivir poéticamente” es agradecer los sabores de la comida, el agua que nos hidrata el corazón. Vivir poéticamente es hacer sonreír a alguien que traía la cara triste. Es mirar un perro y hacerle mover la cola, con un gesto, o con pedazo de pan.
Nos hace bien escribir, contar lo que sentimos, porque sino el corazón se nos va llenando de arenilla. Lo que yo escriba puede ser importante para alguien, pero lo mejor: es importante para Dios. Dios es nuestro padre creativo, nuestro padre artista, un artesano de la belleza y la generosidad. Nosotros tenemos esa herencia.
La Ciudad de los Niños y el Proyecto Literario CDN es el taller de una nueva humanidad.

  •  Laura Casasa (20 de abril de 2010):

El 20 de abril de 2010 me invitaron, en calidad de escritora, a Ciudad de los Niños.
La actividad fue hermosa y conmovedora. Me emocionó estar ahí como escritora y ver a estos muchachos, que son altamente disciplinados, involucrados totalmente con las historias y experiencias que compartimos ahí. Estuvimos Dunia Solano, presidenta de la Cámara Costarricense del Libro, Ricardo Destarac, director del programa Robin de Fomento de la Lectura, los poetas Minor Arias y Henry López, y yo. El organizador de la actividad fue el profesor y amigo, Andrés de Muller.
A raíz de ese evento, escribí este texto para los muchachos, que resume lo que comenté en aquel momento.
Carta abierta a los muchachos de Ciudad de los Niños:

¡Hola chicos!
Espero que estén bien.
Estuve por primera vez en la Ciudad de los Niños el día 20 de abril de este año. Me sorprendió mucho lo disciplinados y responsables que son y la seriedad con la que presenciaron nuestra participación en el coloquio organizado por el profesor Andrés de Muller.
Me sentí muy feliz de poder estar ahí con ustedes en calidad de escritora: escritora es la palabra que resume mi vida y que deseo que me acompañe hasta que sea una viejita y me muera.
Recuerdo que cuando estaba en cuarto año del colegio, nuestra profesora guía nos pidió que hiciéramos una exposición sobre la profesión que queríamos tener. Yo entrevisté a Mía Gallegos, que es escritora y que era la mamá de una compañera que se llama Marcela. Mi exposición era sobre ser escritora. Creo que toda mi vida es lo único que he soñado y lo único que me da significado.
Una amiga, Karla Sterloff, me dijo un día que una escribe para ser; que igual que los pájaros que cantan para ser pájaros, una escribe para ser una. Es decir, si no escribiera, negaría quién soy y traicionaría lo único que significa algo realmente importante en mi vida.
Sin embargo, escribir no ha sido tan fácil. Durante mucho tiempo he estado sin escribir nada. He tenido lo que se llama el “bloqueo del escritor”. Algunos dicen que este bloqueo viene cuando oprimimos nuestro espíritu, cuando nos criticamos demasiado. Yo creo que debe ser cierto: me exijo demasiado y me critico aún más. ¡Soy un poco dura conmigo misma!
Para escribir, hay que dejar de lado la voz que a las tres palabras te dice que tirés tu papel a la basura, que nadie va a leer lo que estás escribiendo o que comenzaste mal. No les digo que he logrado callar esa voz malévola: no lo he logrado, pero estoy tratando. Recuerdo que Ray Bradbury (si no lo conocen, léanlo; es un escritor fabuloso de ciencia ficción) decía que cuando salió de la universidad decidió escribir un cuento por semana, porque solo el trabajo constante haría que se desempolvaran los viejos trastos de su mente y que de entre las muchas cosas malas que escribiera, probablemente saldría una buena. Así que yo me encuentro como Bradbury: estoy tratando de romper mis ataduras y bloqueos y de escribir con cierta disciplina.
La disciplina es otro tema. Creo que si de verdad una persona quiere ser una escritora profesional, definitivamente debe tener disciplina. No sirve escribir un día y luego escribir otra vez a los dos meses. Es como hacer ejercicio para lucir mejor y estar saludable: si querés
resultados, el esfuerzo debe ser sostenido y constante. A lo largo de los años, me he convencido de eso.
Las publicaciones que he logrado hacer han sido obra del tiempo, de la necedad (y la necesidad) y de la certeza de que debía seguir el camino de mi vida. Tuve la suerte de conocer al dueño de Uruk Editores, don Oscar Castillo, que me abrió las puertas de su editorial y me dio la mano para publicar con él el libro Los niños muertos. A veces me salta la idea de que me voy a morir. Cuando fui a ver a don Oscar había pensado que si me muriera en ese momento y no tuviera al menos un libro publicado en mis manos, me hubiera ido de este mundo sin lograr lo que realmente significaba algo en mi vida. ¡No los quiero asustar con ese pensamiento tan lúgubre! En realidad, lo que trato de decirles es que el tiempo es lo único que tenemos y hay que hacer con él lo mejor. También trato de decirles que es difícil ubicar en una misma línea los sueños, la realidad y el trabajo cotidiano y eso es lo que traté de hacer desde el año pasado.
¿Quién me abrió las puertas de la literatura? De eso son culpables tres mujeres: mi madre, Gabriela, que es una literata apasionada; mi abuela Irma, que era una contadora de historias, una bruja maga, una creadora de palabras; y mi maestra de la escuela, la niña Flory, a quien le debo el haber aprendido a recitar y a conocer la poesía desde mi infancia. Mi mamá nos abrió la puerta del amor a la literatura y mi abuela me enseñó a leer y escribir antes de los cinco años. Gracias a la niña Flory, todavía puedo recitar completa la poesía A Margarita de Bayle, de Rubén Darío, y algunos trozos del Romance de las carretas.
La literatura es para apasionarse por ella, para sentarse en un sillón y no poderse levantar; para que le chorreen a uno las palabras por la boca, como si fuera un helado de vainilla de la Pops. La literatura es para comérsela y chuparse los dedos, las palmas de las manos. Si sienten eso con ella, traten de no perderlo.
A los chicos que me enseñaron sus textos luego de la actividad, escriban y escriban. Pongan en el papel todo lo que piensan y lean todo lo que puedan. A todos, los felicito por estar en el cole, por seguir allí a pesar del cansancio o del tedio. A todos, los admiro enormemente, porque me parecieron personas luminosas, llenas de valor y de vidas que van a ser buenas.
Les envío un abrazo en la distancia y les prometo pasar a visitarlos en los próximos meses, antes de que acabe el año.
Un beso.
Laura.

 

  • Dunia Solano (31 de julio de 2008):
Discurso de la Presidenta de la Cámara Costarricense del Libro, Dunia Solano, en el Salón de Actos de Ciudad de los Niños en el marco del I Festival Literario y Artístico CDN.

Buenas días, distinguido público presente.
Como presidenta de la Cámara Costarricense del Libro y consecuente con uno de sus objetivos –fomentar el libro y su lectura- me enorgullece participar de este I Festival Literario y Artístico CDN y agradezco a Andrés de Muller su amable invitación.
Deseo compartir con ustedes algunas reflexiones a propósito del libro, nuestra razón de ser.  Hago propias las palabras del Sr. Fernando Savater a propósito de las ventajas del libro frente a la pantalla de una computadora:
“Un libro es carne de quien lo hace y de quien lo lee. Algunos poetas, como Walt Whitman, han dicho que quien toca un libro, toca a un hombre. Y esto es así. Porque el libro tiene cuerpo, tiene forma, tiene carácter… Se convierte en un fetiche y en un representante de las personas. Es muy fácil vernos reflejados en un libro”
Este objeto, fácil de llevar, manipular, consultar y hasta de adquirir a precios accesibles gracias a la variedad de su oferta, nos transporta en tiempo y espacio, sin más límite que nuestra imaginación, permitiéndonos entrar a tierras lejanas, culturas diversas, mundos fantásticos y maravillosos, accesamos al conocimiento tecnológico y científico, nos perfeccionamos profesionalmente. Leer nos da conocimiento; el conocimiento nos hace pensar; cuando pensamos, podemos elegir; cuando ejercemos el derecho de elegir, somos libres.
No cabe duda sobre las ventajas e importancia del libro y su lectura. Como tampoco dudamos de que sólo la concertación de los actores y mediadores del libro, tanto del sector público como privado, y de la sociedad civil, hará posible la concreción de una eficaz política de fomento de lectura y del libro, en procura de una sociedad más libre, más solidaria y más inteligente, capaz de hacerle frente a los retos que nos impone un mundo cada vez más competitivo.
Educadores, padres de familia, autoridades competentes, autores y autoras, industria editorial y quienes hacemos del libro nuestro quehacer diario, estamos obligados a buscar mecanismos que motiven, más que obligar, a nuestros niños y jóvenes a la gran aventura de leer.
De ahí la importancia de eventos como el que hoy nos reúne y por eso mi más sincera felicitación a quienes han dedicado sus recursos humanos y económicos para concretarlo. Y muy especialmente a los participantes del Concurso Literario, ganadores y no ganadores, por el disfrute que nos brindan sus creaciones y por recordarnos una vez más de lo que somos capaces si nos dejamos llevar por el maravilloso don de la imaginación.
Concluyo citando a dos escritores:
Antonio Skármeta:
“El futuro pertenece a los libros. Llegó la hora de cerrarles la boca a los agoreros que proclaman su muerte.  En un mundo donde la imaginación de los otros medios mostró ya fehacientemente sus límites al abarrotar la curiosidad de los espectadores con más de los mismo, la alegría y la excitación de vivir se encuentra en la diferencia, en la originalidad, y en la libre energía mutua que se desencadena entre un libro y un lector”
Andrés Rivera:
“Un libro es para mí el cruce de una frontera que carece de guardias al servicio del poder de turno y de burócratas aplicados que solicitan papeles inhallables. Me siento en un sillón que respeta mis fatigas y abro un libro que elegí. Y estoy, ya, en el mundo de la libertad”